Por: Ignacio Bongiovanni.

Hace pocos días estuvo por primera vez en la Argentina, la reconocida y prestigiosa historiadora estadounidense de la Universidad de Harvard, Deirdre McCloskey. Que además de ser doctora en economía y dar clases en la Universidad de Chicago, en los últimos años ha figurado entre los candidatos al Premio Nobel de Economía.

Traída por la Fundación Libertad, participó de distintas charlas, entre ellas destacó el diálogo que tuvo con los ex ministros de economía, Ricardo López Murphy y Roque Fernández, en la Univeridad del Cema. McCloskey declaró cuáles son las condiciones que contribuyen al crecimiento y desarrollo de un país, subrayando el rol protagónico que juegan las ideas y la actitud de la sociedad con los emprendedores, el comercio y los mercados. Para la autora de 16 libros y más de 300 papers, es vital que la economía argentina se abra al mundo y que el Estado se reduzca a funciones mínimas.

La intelectual saltó a la fama por una extensa trilogía compuesta por: “Las virtudes burguesas. Ética para la era del comercio”; “Dignidad burguesa”; y por último “Igualdad burguesa”. A lo largo de sus obras, McCloskey deja muy en claro cuál fue la causa principal del exponencial crecimiento ocurrido durante la Revolución Industrial. Asegurando que a partir de dicho suceso, el mundo experimentó un incremento nunca antes visto en materia de bienes, servicios y valores.

En el primero de sus tres libros, McCloskey expone siete virtudes: tres cristianas (Amor, Fe y Esperanza) y cuatro paganas (Valentía, Templanza, Prudencia y Justicia). Y manifiesta que muchos de sus colegas economistas han cometido un grave error en hacer de la Prudencia, la única virtud en el campo económico. En el segundo escrito, la autora extiende su análisis, con la idea de que Inglaterra fue cuna de la Revolución Industrial, por ser la primera nación en revalorizar estas virtudes y darle una mayor amplitud a cada una de ellas. Poniendo el ojo en la innovación, como principal causante de este crecimiento sin precedentes, y demostrando que teorías del crecimiento tales como: Teoría del Comercio, La Codicia, Los Recursos Naturales, La Geografía, La Acumulación Original, Teoría del Ahorro y la Teoría del Trasporte entre otras, sólo pueden explicar una pequeña parte de la inmensa generación de riquezas, que comenzó a gestarse por el 1750 en Inglaterra y luego se fue ramificando a distintas partes del mundo.

Asegura por otra parte, que los ingleses fueron los primeros que comenzaron a innovar a gran escala, gracias a una fuerte lucha en favor de sus libertades individuales. Por tanto, lo que hizo rica a Inglaterra fue una retórica liberal que hacia posible la innovación.

El apoyar ideas favorables al individuo, al mercado, a la ley y a la libertad fue lo que produjo que los anglosajones sean los pioneros en la originalidad, en la invención. Encontraron así, nuevas formas y medios para expresar sus virtudes y satisfacer con mayor eficiencia sus necesidades materiales, culturales y morales. Ellos fueron los creadores de la “receta” que, posteriormente, el resto de Europa y muchas naciones de América, entre ellas Argentina, implementaron.

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